Innovación, disrupción y Business Intelligence
Si bien a lo largo de la historia siempre se ha innovado, no es hasta hace unos pocos años que el término se acuñó al mundo empresarial para crear una disciplina que las organizaciones hoy se esfuerzan por profundizar. Sin embargo, la innovación no se decreta simplemente, se trata de un ejercicio continuo alrededor de los saberes que implica el desarrollo de nuevas formas de hacer las cosas.
La innovación se puede definir como el proceso mediante el cual productos o procesos productivos, desarrollados a partir de nuevos conocimientos o a la combinación novedosa de conocimientos ya existentes, son introducidos en los mercados de manera eficaz. Para los consumidores, la innovación significa mejores productos o servicios en términos de precio y calidad, lo que da como resultado una mejor calidad de vida. Para las organizaciones, la innovación puede resultar en mejores retornos derivados de la posibilidad de producir bienes diferenciados o de emplear técnicas de producción más eficientes que las aplicadas por la competencia. Adicionalmente, las empresas que generan capacidades permanentes en el campo de la innovación, es de esperarse que cuenten con mayores conocimientos para responder de forma más acertada y rápida ante las variaciones del entorno o las amenazas competitivas.
Evidentemente, la innovación trae consigo un riesgo implícito que tiene que ver con el tiempo, dinero y esfuerzo invertido, por lo que las tecnologías de información, aplicadas a plenitud y con visión, ayudan a descubrir oportunidades doradas para que las compañías evolucionen con la transformación de sus operaciones, la generación de valor para el cliente y la creación de nuevos modelos de negocio; esto con un riesgo menor que aquel que deben asumir las organizaciones cuya transformación digital es llevada a medias.
La mayor parte de las innovaciones son evolutivas, pero pocas podrían considerarse disruptivas, es decir, que influyan en los hábitos, enfoques y el mundo que las rodea.
Por lo general, las empresas disruptivas tienen varios rasgos en común: se centran en la satisfacción del cliente; manejan extensos indicadores de negocio, tanto financieros y estratégicos como operativos; mantienen la innovación como su eje (se reinventan antes de la competencia) y aprovechan las bondades de Business Intelligence (BI) es su amplio espectro.
Para las compañías innovadoras y disruptivas, la centralización de la información de los clientes y las operaciones así como las confiables analíticas provistas por BI funcionan como el cerebro de la organización. La algoritmia y la inteligencia artificial son instrumentos esenciales para operar eficiente e inteligentemente un negocio. En este sentido, la posibilidad tener una visión 360 de la empresa y trabajar con predicciones no sólo facilita los esfuerzos en torno al aumento de la rentabilidad, sino que empodera a la organización para ser la punta de lanza en el sector.
La innovación, más si es disruptiva, no sólo genera nuevos productos; como externalidad fundamental genera conocimientos y capacidades que harán que la empresa pueda afrontar los desafíos del futuro con mayor fortaleza. Y un país fuerte en el ámbito de la innovación, en definitiva, está mejor preparado para responder con tino a las incertidumbres originadas por la hipercompetencia global.